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lunes, 24 de septiembre de 2012

HAY PODER EN SER HIJOS DE DIOS

En Jeremías 1, la palabra nos narra el momento del llamamiento que le hiciera Dios al profeta Jeremías. La respuesta de Jeremías fue: He aquí no se hablar, porque soy niño. Y Dios le dijo que no dijera que es niño y que no sabe hablar, porque a todo lo que él le mandase, Jeremías iría. Dios añadió: No temas, porque yo estoy contigo para librarte.
¿Por qué razón Jeremías no quería ir?
Esa expresión: No temas delante de ellos; si la tradujéramos de la versión en inglés, sería: No los mires a la cara; queriendo decir que no estuviera pendiente a la cara que pusieran cuando él hablara. ¿No te ha pasado que le dices algo a alguien y comienza a hacer muecas? Eso era a lo que Jeremías le temía. Pero Dios le dijo que no temiera a los rostros de ellos.
Desde el principio, Dios le hace una aclaración muy importante a Jeremías, diciéndole que antes de formarlo en el vientre, ya le había conocido.
Una de las cosas más poderosas que, como creyente, puedes llegar a hacer es conocerte como Dios te conoce, desde antes de que te formara. Lo que tú eres hoy, no necesariamente es lo que Dios ha dicho que tú vas a ser; no necesariamente es quien tú eres en realidad. Lo que muchas veces vemos en nuestra vida es nuestra formación.
Cuando el enemigo engaña a Eva, la engaña haciéndole creer algo que ella no era. Le dijo que Dios no quería que ella comiera de ese árbol, porque sabía que si lo hacía, entonces sería como Dios. Pero ya Eva era como Dios. Ella había sido hecha a imagen y semejanza de Dios. El enemigo le hizo creer que ella no era como Dios, le hizo dudar de lo que ella era, y ella comió de aquel árbol.
Lo curioso es que, más adelante, cuando Dios le habla a Adán, le dice: ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? Dios no le enseñó eso. Esa no fue la formación que Dios le dio.
Lamentablemente, no nos damos cuenta que, lo que pensamos que es nuestra identidad, en algunas ocasiones, es la formación que nos han dado las circunstancias y las personas que están a nuestro alrededor. Lo que pensamos que somos, no es realmente lo que somos. Y no puedes cumplir con todo lo que Dios quiere que cumplas, hasta que no estés claro de tu identidad real, conociéndote como él te conoció, antes de que hubiera una formación.
Tú no eres lo que fuiste, y tampoco eres lo que el mundo ha dicho que tú vas a ser. Tú eres lo que Dios te hizo, lo que Dios declaró, y eso es lo que tú debes vivir. Si tu identidad ha sido formada por la percepción de muchas personas, es probable que la percepción que tú tienes de ti sea una incorrecta, una que limite tu vida, que limite tu ser.
Lo que Dios le estaba diciendo a Jeremías, en otras palabras, es: No importa lo que tú piensas que tú eres. Tú eres lo que Yo he dicho. No contradigas lo que Yo he declarado. Yo te di como profeta a las naciones, y tú vas a ir, vas a hablar, vas a declarar, y vas a hacer lo que Yo te he dicho que tú hagas, y no vas a volver a decir lo que no eres. Tú eres profeta.
Y Dios le da fortaleza a Jeremías, para que el propósito de Dios se cumpliera en su vida.
En Mateo 4, vemos la tentación de Jesús. El enemigo intentó hacerle caer en tentación en tres ocasiones. En las primeras dos tentaciones, utiliza la expresión “si eres Hijo de Dios”. Lo curioso es que el enemigo no le dijo preguntó si era “el” Hijo de Dios; le preguntó si era Hijo de Dios.
Nosotros somos hijos de Dios. O sea que, esa tentación pudo haber sido para cualquiera de nosotros. Ninguno de nosotros es “el” Hijo de Dios, pero sí somos hijos de Dios.
El enemigo no estaba negando el poder que Cristo tenía. Él sabía que Jesús podía cambiar las piedras en pan. Así que, el enemigo le está asegurando lo que él puede hacer. Lo que pasa es que Jesús no lo iba a hacer, porque no lo haría para demostrarle al enemigo lo que él es. Si multiplicó panes y peces, ¿no podía cambiar aquellas piedras en un banquete? Si cambió agua en vino, ¿no podía cambiar piedras en pan? Lo que pasa es que él nunca hizo nada de eso para impresionar a nadie, sino para suplir una necesidad, para cumplir un propósito.
Cambiar las piedras en pan no hubiera sido tentación, si no hubiera sido posible. Esa declaración del enemigo lo que está diciendo es que era posible que Jesús cambiara las piedras en pan. Si el enemigo le dijo que “si eres Hijo de Dios” cambia las piedras en pan, y le está atribuyendo a los hijos de Dios el poder de cambiar piedras en pan, es porque nosotros tenemos el poder de cambiar piedras en pan. El enemigo no estaba reconociendo el poder del Hijo de Dios, sino de los hijos de Dios.
El enemigo sabe el poder que tú tienes. A veces quien no lo sabe eres tú. En la identidad de hijos hay poder y el enemigo lo sabe. Pero no se trata de que el enemigo lo sepa, se trata de que tú lo sepas. Se trata de que tú entiendas quien tú eres en Cristo Jesús.
¿Cuándo desapareció el enemigo? Jesús le dijo en dos ocasiones: Escrito está. Pero en la tercera ocasión, Jesús le dijo: Oye bien Satanás. En otras palabras: No tan solo sé quién Yo soy, sino que sé quién tú eres; ya no estás escondido delante de mí, ya no me puedes engañar. Y, la versión en inglés, dice que Jesús añadió: Vete detrás de mí. El lugar del enemigo es mirándole las espaldas, porque si le mira las espaldas, lo que está mirando es para donde va.
El enemigo nunca debe estar delante de ti. Tienes que ponerlo detrás de ti. La tentación, los problemas, tienes que ponerlos detrás de ti. Y el enemigo va a tener que ver para donde tú vas. Los enemigos que han deseado tu mal, van a tener que verte las espaldas, van a tener que verte caminar hacia adelante, hacia el futuro glorioso que Dios tiene para tu vida.

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TE INVITO A QUE RECIBAS A CRISTO EN TU CORAZÓN

PADRE:
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EN EL NOMBRE DE CRISTO
AMÉN

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