Escrito por Pastor Otoniel Font .
En el mundo en que vivimos, tenemos que atrevernos a expresarnos como cristianos que somos. El mundo no está pendiente si nos ofende o no con su conducta, pero algunos cristianos sí están demasiado pendientes de que nadie se ofenda si ponen música cristiana, o si oran antes de comer en un restaurante.
El Cristo al que le servimos ofendió a mucha gente. En una ocasión le dio coraje, y cogió un látigo y viró las mesas. Le decía a dos o tres: Hipócrita; eres un sepulcro, por fuera estás bien, y por dentro estás podrido; eres una serpiente. No todo el mundo lo amaba, lo trataron de apedrear, y terminaron matándolo.
Nadie puede detener tu expresión pública de que eres un hijo de Dios, y el mundo entero debería saber que tú renunciaste a la nueva vida y perteneces a un nuevo grupo.
Jesús dijo a sus discípulos que fueran a las naciones a hacer discípulos, bautizándolos, y enseñándoles a guardar sus mandamientos. El mensaje de la iglesia no termina en el mensaje de redención, sino que tiene que seguirle un mensaje de transformación.
Dios crea al hombre, a su imagen y semejanza, con el propósito de que tenga dominio. Cuando el hombre peca, se tiene que activar, ya no el plan de dominio, sino el plan de redención, completado por Cristo cuando muere en la cruz del Calvario, y resucita, reactivando así el plan original de dominio. Por eso Cristo dice a sus discípulos que toda la potestad le fue dada.
Tenemos que predicar salvación para que la gente sepa lo que Dios ya hizo por ellos en la cruz del Calvario, pero después de ahí es que comienza nuestro trabajo, ahora hay que enseñarles a que guarden los mandamientos.
El problema es que pensamos que las enseñanzas bíblicas no son prácticas. El mundo ha proyectado la biblia como un libro que está fuera de moda, porque hay ciertas cosas que no entienden dentro del contexto. Pero todas las cosas que el mundo necesita hoy, están en la palabra del Señor.
A veces es más fácil solucionar situaciones con cosas externas, en vez de hacerlo con cambios internos. Es más fácil repartir profilácticos, que enseñar abstinencia. El mundo busca soluciones externas, cuando el problema es adentro.
El problema es que pensamos que las enseñanzas de la biblia son obsoletas, que son irrelevantes. La gente quiere usar el Antiguo Testamento para justificar esto, pero las cosas que están en el Antiguo Testamento son relevantes para el día de hoy.
Las leyes que aprendemos a través de la palabra del Señor son leyes de vida.
En Tito 2:11 se nos dice que la gracia se manifiesta para salvación, para que renunciemos a las cosas del mundo, y vivamos sobria, justa y piadosamente. Cuando eres enseñado en la palabra, lo que se te enseña es a vivir de esta manera, bajo el carácter divino.
El problema que tenemos en la iglesia son los extremos. Hay gente que condena a cristianos por no hablar en lenguas, pero es preferible un cristiano que no hable en lenguas, pero que sí manifieste el fruto del espíritu. ¿De qué sirve un cristiano que hable lenguas y que sea un amargado, con odio? El fruto del espíritu es paciencia, mansedumbre, y eso hay que enseñarlo, porque no se nace siendo paciente.
No podemos enseñar a otros a hablar en lenguas, pero sí podemos enseñar a tener paciencia. Lo que pasa es que para muchos este tipo de enseñanza es demasiado elemental. Sin embargo,
hay situaciones en tu familia que no se van a resolver con oración, porque no son problemas de oración, sino que son problemas de actitud. Hay que interceder, hay que orar, pero la intercesión no cambia los problemas de actitud.
La palabra dice que tenemos que enseñar a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos. ¿Por qué? Porque el mundo ha enseñado lo contrario. A la iglesia le corresponde enseñar lo que Dios dice.
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