- Escrito por Pastor Otoniel Font el viernes, 08 de junio del 2012.
Una vez somos libres para soñar, tenemos que enfrentarnos a la realidad de que las circunstancias a nuestro alrededor no necesariamente son las que esperábamos.
El Salmos 126, desde el primer verso, hasta el tercero, es todo alegría. Pero en el cuarto verso, el tono cambia; el pueblo le pide a Dios que haga volver su cautividad. Ciro liberó al pueblo para que fueran a construir a Jerusalem, pero cuando el pueblo llegó allí todo estaba destruido.
Hay personas que salen de un trabajo, creyéndole a Dios por un negocio, y cuando llegan al negocio, le piden a Dios que haga volver su cautividad. Vas a la iglesia y te llenas de inspiración, pero cuando llegas a tu casa ves el problema financiero, cuando vas a la calle te desanimas.
En el verso cinco dice: Los que sembraron con lágrimas, con regocijo segarán. Esa expresión está en plural. Y en el verso seis dice: Irá andando y llorando el que lleva la preciosa semilla. Una expresión en singular.
Hay quienes sembraron con lágrimas y con regocijo segarán, pero dentro de todos los que siembran hay uno que irá andando y llorando, llevando la preciosa semilla. Y añade que volverá con regocijo, trayendo sus gavillas.
El salmista usa la ilustración del que lleva la semilla, porque hubo un momento en el pueblo de Israel en que el sembrador tenía que escoger entre machacar la semilla, y preparar una tortilla para comérsela, o sembrar la semilla para que hubiese cosecha más adelante. Por eso se sembraba esa semilla con dolor, porque esa semilla podía haber sido el sustento de hoy.
Nosotros somos los que cargamos con la preciosa semilla. Nuestra semilla representa toda nuestra vida: finanzas, vida espiritual, todo.
Los que salen, no de cualquier manera, sino llorando, son los que cosechan. Los que cosechan no son los que siembran con alegría, sino los que lo hacen llorando, o sea, con pasión. Los que cosechan son los que ante la situanción difícil, aun llorando, siguen; llorando, trabajan; llorando, perseveran.
Aunque no entiendas lo que Dios hace y por qué lo hace, o por qué no lo hace, ve llorando a la iglesia, y aunque tengas que llorar mientras le alabas, no seas de los que se quitan, porque tus lágrimas son las que mojan la tierra en la que siembras tu semilla.
Aunque Dios te haga libre y te saque, si no hay pasión en tu vida para restaurar lo que se ha perdido, tus sueños no se van a cumplir. El que recibe con regocijo es aquel que sembró llorando.
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